miércoles, 13 de noviembre de 2013

Configuración de la masculinidad hegemónica a través de la publicidad.

Fernanda Quiroga Celis

Si la ecografía durante el embarazo muestra que es niño, se compra ropa y amuebla la pieza del bebé con tonos celestes; si se decide no saber el sexo, las compras son en tonos verdes, amarillos, colores “neutros”. En cambio si el recién nacido es niña, se procede a vestirla en tonos rosas, ponerle accesorios en el poco pelo que tiene y mutilar sus orejas con perforaciones para pequeños aros. Durante la infancia la niña deberá jugar con muñecas y tazas de té plásticas, además de vestir un delantal celeste en el colegio; el niño sólo podrá jugar con pelotas, autos y figuras de acción, vistiendo una cotona café.
Las acciones descritas corresponden a la construcción simbólica colectiva de género que se establece en nuestra cultura, en la cual se fabrican las ideas de lo que deben ser y hacer hombres y mujeres desde el comienzo de sus vidas. Estos lineamientos conductuales definen los comportamientos “masculinos” para los hombres y “femeninos” para aquellas que nacen mujer.

Marta Lamas menciona que la incorporación de la identidad de género en los niños se realiza antes de que éstos reconozcan su diferencia sexual (por la forma en que son nombrados y por la ubicación que familiarmente se les ha dado). Además la autora hace la diferencia entre la identidad genérica y la identidad sexual, siendo la primera aquella que se construye históricamente y varía de cultura en cultura, dando diferentes características particulares a lo “femenino” y lo “masculino”, y la segunda aquella que se conforma mediante la reacción individual ante la diferencia sexual. (Lamas, 1999).

Se genera entonces una construcción de identidad diferentes para hombres y mujeres a lo largo de sus vidas, en las que se establecen características específicas para cada uno, como asociar la delicadeza a lo femenino y la violencia a lo masculino, cayendo en una construcción binaria de la sociedad en la que solo hace la diferencia hombre-mujer con sus respectivas cualidades y roles asignados.

Dentro de esta construcción social, los medios de comunicación y en particular la publicidad son un componente vital para la creación de estereotipos que crean y perpetúan en el tiempo características y roles de cada género, encasillando a cada individuo en determinadas maneras de ser y actuar. El problema verdadero surge cuando se plantea una connotación de desigualdad entre las características de cada  género, en particular cada vez que se presenta el perfil masculino como superior a lo que se corresponde con lo femenino.
Tal es el caso de la publicidad del desodorante Old Spice (Procter & Gamble) y su campaña que ha estado presente en paraderos del transporte público, gigantografías en las calles y con fuerte presencia en supermercados, hace un llamado a “oler como hombre”[1] en desmedro a los aromas típicamente asociados a las mujeres, como las fragancias de flores, constituyéndose así una práctica discriminatoria hacia las mujeres jóvenes y adultas, especialmente hacia las niñas.
A partir del contenido de la página de esta campaña se desprenden dos análisis, el primero radica en lo ya mencionado, la afirmación implícita de que para ser Hombre se deben rechazar todas las características de Mujer; y el segundo se plantea en la configuración del estereotipo de una única forma de “ser hombre”.

“Deja de oler como niñita”

Frases como ésta o “Deja de oler a caramelito”, “deja de oler a florcita” y “si la música que escuchas suena a niñita, es porque eres niñita” establece implícitamente que los aromas relacionados con características culturalmente femeninas son negativas y deben ser eliminadas del actuar de un hombre. Se genera una visión desigual y discriminatoria, en la que se pretende segmentar el público objetivo a partir de una denostación de quienes no lo son. Se presenta al hombre, a lo masculino, como oposición a la mujer y lo femenino, considerando que lo pertinente con las féminas es inferior.

Otro punto a analizar tiene relación con el rechazo a las características femeninas con el objeto de rescatar aquellos rasgos netamente masculinos que han ido mutando con el pasar del tiempo. Tal como plantea Lamas (1999), la construcción social del género va cambiando acorde a los distintos momentos históricos, ocurriendo en este caso en particular una “crisis de la masculinidad” a partir de factores como el rápido aumento de mujeres ingresando al campo laboral en trabajos que solían ser exclusivamente de hombres o la entrada éstos desde lo público hacia lo privado, generando un cambio de roles. Estas condiciones suelen amenazar el imaginario simbólico dominante de lo masculino y pretende rescatar lo que queda de éste, despojándose de toda vinculación con lo femenino e incluso con lo infantil.
Sara Martín analiza las repercusiones que tiene el patriarcado sobre la vida de los hombres y los sitúa como sujetos víctimas de este sistema al igual que las mujeres.

“Gran parte de la violencia causada por hombres no se debe a su posición de fuerza en el patriarcado sino a la frustración que sienten muchos hombres marginales por haber creído erróneamente que la masculinidad confiere automáticamente el derecho al dominio de otras personas (sobre todo mujeres y niños)” (Martín, 2007. P. 99)


…”Y huele a hombre”

El segundo punto a analizar tiene relación con el mensaje entregado por esta marca en cuanto a definir quiénes y quienes no son hombres. En la sección “Guía del Hombre”[2]  vincula que un verdadero hombre gusta de la cerveza y los deportes como el futbol, rugby y lucha libre, mencionando que de no ser así “eres una niñita”. O sea además de estar nuevamente haciendo una afirmación despectiva del ser niña-mujer, se plantea una única noción válida de ser hombre, negando la existencia de una multiplicidad de hombres con diferentes gustos y formas de ser. Se presenta entonces las características de llamado “modelo de masculinidad hegemónica” o “modelo normativo de masculinidad” (Valdés y Olavarría, 1997, citado en Misael, 2008. P.68), el cual impone a los hombres un modelo rígido a la subjetividad de cada individuo, imponiéndoles prescripciones y obligaciones muchas veces difíciles de cumplir.
El sociólogo australiano Bob Connell (1995) también desarrolla el concepto de “masculinidad hegemónica”, planteando a la masculinidad como una conducta que se construye y ejerce bajo distintos grados de presión social y no como algo intrínseco al cuerpo masculino.
“Ser hombre supone el problema de estar a la altura de un modelo extremadamente exigente porque fracasar supone el ostracismo dentro de la estructura patriarcal. Es por ello que los hombres, tanto o más que las mujeres, están obligados siempre a representar el papel de hombre y a ser juzgados por ello, teniendo serias dificultades para vivir una identidad alternativa”. (Connell citado en Martín, 2007. P 95).
Es por esto que los estudios de las masculinidades buscan acabar con la concepción hegemónica de “masculino” para pasar a hablar de “masculinidades”, en donde se dé cabida a las distintas formas de ser hombre. Esto pues la masculinidad hegemónica planteada termina por construir hombres homofóbicos, sexistas y racistas por cuanto deben luchar constantemente en demostrarse ante la sociedad y ante ellos mismos como “verdaderos hombres”. 


Por último es necesario mencionar que la existencia de publicidad de este tipo en Chile, viola marcos legales tanto nacionales como internacionales que buscan defender el principio de no discriminación. Campañas como estas refuerzan una cultura machista, y en consecuencia violenta contra las mujeres y niñas, incentivando y sobrevalorando lo masculino como superior a lo femenino, denigrando todas aquellos olores, sensaciones, imágenes y estímulos que culturalmente se asocian a “ser mujer”, expresado en “lo suave” (símbolo de la rosa, “lo delicado” (símbolo de la pluma), “lo infantil” (símbolo del oso de peluche) (Aceituno, 2012).

Se hace pertinente entonces acabar con publicidad sexista como esta, que además de violentar a las mujeres, presenta un estereotipo que los hombres deben seguir, influyendo principalmente en la creación de identidad de los niños y jóvenes que quedan expuestos  a la publicidad y su innegable codificación de la realidad. Se deben aprovechar los medios de comunicación para educar y formar personas que valoren las diferencias de cada individuo, sin juzgar a uno u otro como mejor, menos por el hecho de ser mujer o ser hombre. “La representación de las masculinidades normativas y alternativas en la ficción, el arte y los medios de comunicación es en este sentido un potentísimo instrumento de experimentación capaz de fomentar cambios positivos con mucha mayor eficacia incluso que la educación y la intervención institucional”.

Referencias

  • ·         Aceituno, D. (2012). Reclamo por publicidad sexista. Red chilena contra la violencia hacia las mujeres. Revisado el 30/10/2013. Disponible en: http://www.nomasviolenciacontramujeres.cl/node/1660
  • ·   De Barbieri, T. (1993). Sobre la categoría género: Una introducción teórico-metodológica. Debates sobre Sociología, N° 18, Universidad Autónoma de México.
  • ·         Lamas, M. (1999). Usos, dificultades y posibilidades de la categoría género. Revista Papeles de Población N 21. Universidad Autónoma del Estado de México, pp. 14-178.
  • ·     Martín, S (2007). Los estudios de la masculinidad. En Meri Torres (ed.) “Cuerpo e identidad”. Barcelona, España.
  • ·         Misael, Oscar (2008). Estudios sobre masculinidades; Aportes desde América Latina. Revista de antropología experimental N° 8, texto 5: 67-73.







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