domingo, 20 de abril de 2014

El tamaño sí importa

Por Fernanda Quiroga.

Dicen que no importa el tamaño de la cuchara mientras sepa raspar la olla. Yo digo que depende de la olla y depende de la cuchara. ¿Qué pasa si tenemos una olla de esas gigantes para cocinar un curanto para 100 personas e intentamos rasparla con una cucharita de té? O bien, ¿qué pasa si tenemos una paila para hacer un huevito frito e intentamos rasparla con un cucharón para ensaladas? 


Típico chileno
Entonces digo que el tamaño importa porque hay que conjugar la anatomía de dos personas para que la cosa resulte bien, y rica. El problema está en que la sociedad patriarcal adjudica la responsabilidad del placer sexual exclusivamente en el hombre, en el macho rudo que sabe complacer a la damisela; y la industria pornográfica muestra a este macho rudo con un pene brutalmente gigante de 30 centímetros y una damisela con una vagina pequeña, bonita y perfectamente depilada (llego a creer que en las películas las pobres actrices gritan de dolor y sufrimiento más que de placer). Entonces tenemos a muchos hombres y muchas mujeres frustradas que no disfrutan de sus cuerpos porque no cumplen con el estándar ideal, hombres y mujeres que no aceptan que existen muchos tamaños y colores de penes y muchos tamaños, colores y formas de vaginas.

Educación sexual católica.

Y no quiero que se malinterprete mi planteamiento de la importancia del tamaño como si fuese lo primordial, no, porque también digo que importan todos los ingredientes que le dan sabor al acto sexual. Y aquí vuelvo a culpar al sistema patriarcal, a la industria pornográfica y ahora sumo la culpa a la concepción de la sexualidad de la Iglesia y de la pavhre educación sexual que hay en Chile. Al primero por limitar el sexo netamente a la función reproductiva y el segundo por limitarlo netamente a enseñarnos las partes de cada órgano reproductor, el funcionamiento del ciclo menstrual, y de las infecciones que hacen que los penes se caigan y a las vaginas les salga una coliflor (Si tu colegio era más bacán, te enseñaban a poner un condón. El mío no era bacán, nunca me enseñaron… de hecho aún no sé). 


Nos educaron a partir del miedo a tener sexo, el miedo a tener infecciones, el miedo a quedar embarazadas, el miedo a que nuestros papás y abuelos sepan que tuvimos sexo antes del matrimonio. Y nunca nadie nos habló de lo bueno del sexo, del placer, de las endorfinas, de la complicidad, de la alegría, de las risas o incluso del ejercicio mismo que pucha que quema calorías… Por ende concebimos y limitamos la sexualidad al acto de la penetración, cuando podemos encontrar placer con las manos, con la boca, podemos encontrar erotismo y sensualidad en cada punto de nuestro cuerpo, en una caricia, incluso en una mirada o en una palabra.

Cuándo entenderán. 

Por eso es que en Chile se tira poco y se tira mal, porque tenemos en nuestro subconsciente la idea de que el buen sexo es entre un hombre con una verga gigante y abdominales marcados, y una mina con las pechugas bonitas y la vagina depilada, sin estrías, sin celulitis, sin pelos. Se tira poco y se tira mal porque nadie nos habla de la importancia del sexo; y nadie habla de que se necesitan dos para bailar tango, por ende si no estuvo bueno es culpa de él, no de ella; y nadie nos habla de que todos los cuerpos son diferentes y todos sirven de igual forma; y nadie nos habla de que tenemos que conocer nuestro cuerpo; y nadie mucho menos nos habla de que el sexo no es sólo entre un hombre y una mujer; y más aún, nadie habla de que podemos tener sexo y sentir placer con nosotros mismos.



Saquémonos de encima todos los tabúes y todos los estándares impuestos por la pornografía, de lo contrario seguiremos teniendo hombres y mujeres llenos de frustración que no disfrutan de su cuerpo ni del cuerpo del/la otro/otra.

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